
Porque pondré mis ojos sobre ellos para bien, y los volveré a esta tierra, y los edificaré, y no los destruiré; los plantaré y no los arrancaré.
Y les daré corazón para que me conozcan que yo soy Dios; y me serán por pueblo, y yo seré a ellos por Dios; porque se volverán a mi de todo su corazón. Jeremías 24: 6 y 7
Muchas religiones utilizan estos términos de volverse a Dios para manipular a las personas y ponerles presión, en el sentido de que vuelvan a sus congregaciones, sea de cualquier religión que sea, una vez dentro, se vuelve a utilizar el término para poner a las personas en la obligación de volverse de sus propios pensamientos a las directivas que les da un determinado líder religioso.
En Jeremías Dios se dirige a un pueblo que iría a ser disperso y llevado cautivo a Babilonia, abandonados inclusive por sus propios lideres religiosos, a los cuales no les pondría otra carga que no sea el de volverse a Dios de todo corazón, para dicho fin él mismo les daría un corazón para que ellos pudieran conocerlo.
Hoy día mucha gente está como dispersa en un mundo representado realmente por la antigua Babilonia, donde aquellos habían sido llevados cautivos, y Dios; a estos también les dice que pondrá sus ojos sobre sus vidas para bendecirlos y no para destruirlos, no bajo la manipulación de alguna religión o secta, sino influenciados por el conocimiento de un Dios que ama y perdona sin manipular a nadie.
Volver a Dios no quiere decir obedecer ciegamente a las directivas de tal o cual fulano, sino volvernos de nuestros malos hábitos, de nuestras malas costumbres o impulsos que a cada tanto debemos examinar y compararnos con sus enseñanzas y sus principios.
Volver a Dios no quiere decir hacer un acto de devoción delante de un público o un líder y agachar la cabeza en señal de sujeción, sino más bien que uno mismo se abra ante Dios y reflexione sobre su conducta y sobre el trato que tiene con sus semejantes.
Volverse a Dios significa que cada día o semana hagamos un balance de nuestra vida y acomodemos aquellas cosas en las cuales nos vamos alejando de sus enseñanzas, no como un rito, no como algo ceremonial, de lo cual Dios ya está cansado, sino como un estilo de vida.
Jesús no vivía todos los días en el templo, su vida era un ejemplo a donde quiera que fuera, no se dejó manipular por los religiosos de la época, ni él tampoco manipuló a nadie, al contrario, siempre amó, siempre enseñó, desinteresado, bondadoso; sanaba y hacía bienes sin pedir a cambio nada y nos dejó este ejemplo para seguir sus pisadas.
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