El Dios del juicio y del amor


Te has sentado en el trono juzgando con justicia Salmos 9:4

Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo. Romanos 5:1

Sin justicia no hay amor, en términos humanos, si un padre de familia dice amar a sus hijos y esposa; pero no se preocupa por el cuidado de los mismos; ese amor no es válido.
Si un hombre dice amar a su esposa o pareja; pero la maltrata o la humilla, en realidad no la ama.

Si un padre dice amar a su hijo pero no lo educa ni le pone límites, es un amor escaso que a la larga lo perjudicará.
Los humanos cometemos horrendas falencias con respecto a la justicia y al amor, las autoridades al pretender aplicar justicia, se pasan de un extremo al otro, o dejan libre al condenado o le aplican la pena de muerte.

Un equilibrio entre ambas cosas sería lo correcto, se debe aplicar justicia; el que hizo daño debe pagar por ello; pero a la ves se lo debería ayudar. Dios no aplica su justicia sin su amor ni su amor sin su justicia.

Ambas cosas están profundamente relacionadas, hay quienes creen que amar es dejar hacer todo lo que las personas quieren, si tienen hijos les dan una libertad que luego termina dañando los, por que ellos desconocen el peligro que nosotros como padres les podemos advertir.

O por el contrario creemos amar, pero los ahogamos metiéndolos en un molde a nuestra medida, Dios es justo por eso puede amar y por que ama puede aplicar justicia.
Si somos justificados por la fe en Jesucristo es porque El pagó el precio de la mayor justicia que se podía aplicar sobre la tierra y en el universo.

En la cruz el mismo tomó el lugar del condenado, y pagó el precio de una justicia que lo abarcaba también a El como Dios. ¿Que juez se pone en el banquillo de los acusados? Y más aún en el cepo de la tortura.

Dios lo hizo así por que debía ser justo en todo, "es necesario que cumplamos toda justicia" fueron sus palabras a Juan el Bautista. En su condición de Dios no necesitaba cumplir con nada por que todo lo hizo bien.

Pero en la cruz se cumple la perfecta justicia y el perfecto amor, el juez que te condenaría es el mismo que murió por vos, y el Dios que te ama y te perdona, también es el mismo que derramó su sangre para otorgarte el perdón.




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