Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve.Hebreos 11:1
Hoy se cumplen dos años de aquel día en que junto a mi hijo, fuimos víctima de un robo, donde el delincuente, después de amenizarnos con violencia, le apoya su arma en la cabeza de mi hijo y ejecuta un disparo a quemarropa.
Ese día creí que mi hijo iba a morir, lo vi tendido entre las butacas del automóvil, y me preparé para levantar su cuerpo muerto. Gracias a Dios no estaba muerto, pero si herido mortalmente, veía el agujero de bala en su cabeza y me preguntaba que iría a ser de el, ¿Quedaría ciego, sordo, deficiente y aún más; podría vivir?
Fueron trágicos los minutos hasta llegar al hospital, verlo desesperado, diciéndose que lo único que quería era despedirse de su bebe.
Solo algo pudo darme fuerzas allí, y eso fue la fe, sabía en que Dios estaba creyendo, El era toda mi esperanza en ese momento... no estaba solo.
Las preguntas al medico, eran como la desesperada y casi lánguida esperanza de un vestigio de que todo saldría bien.
Esa respuesta solo quedaba en manos de Dios, solo él podría ayudarnos.
La operación se realizó con éxito, había que esperar que su cerebro no se inflamara, porque de ser así, todo estaría mal.
Volví a casa dejando todo en manos de Dios, en el hospital ya no podría hacer nada, en casa estaban mis otros hijos a quienes quería dar tranquilidad, y esa noche mientras salía al porch de mi casa, mirando para la casa de el, pegada a la mía, lo imaginaba allí, sano, robusto, atlético, con tantas ganas de vivir.
Le decía a Dios: que lo quería volver a ver sano, jugando al fútbol, le pedía que todo terminara cómo si hubiese sido un golpe jugando al fútbol y nada más.
Esa noche dormí unas horas, lo suficiente para soñar... por dos veces soné... que su cerebro estaba en las manos de Dios, tan claro las vi así, y eso me dio paz... mucha paz.
A los ocho días mi hijo Pablo, estaba en su casa dado de alta, a los veinte días, inexplicablente ya podía conducir y realizar algún trabajo de óptima prolijidad.
Al tiempo estaba completamente recuperado, jugando al fútbol, coordinando todo perfectamente; en su trabajo lo ascendieron de puesto, dándole una tarea de mayor complejidad y la única secuela que le quedó fue la perdida de su oído izquierdo.
Hoy se cumplen dos años de aquel momento y ayer hicimos una reunión familiar, cómo un cumpleaños de que volvió a vivir, dándole gracias a Dios por su respuesta tan increíble y extraordinaria.
Te invito a creer, quien quiera que seas, en el Dios de los milagros, en el Dios de los imposibles, el mismo que llama las cosas que no son... cómo que son.
Hoy se cumplen dos años de aquel día en que junto a mi hijo, fuimos víctima de un robo, donde el delincuente, después de amenizarnos con violencia, le apoya su arma en la cabeza de mi hijo y ejecuta un disparo a quemarropa.
Ese día creí que mi hijo iba a morir, lo vi tendido entre las butacas del automóvil, y me preparé para levantar su cuerpo muerto. Gracias a Dios no estaba muerto, pero si herido mortalmente, veía el agujero de bala en su cabeza y me preguntaba que iría a ser de el, ¿Quedaría ciego, sordo, deficiente y aún más; podría vivir?
Fueron trágicos los minutos hasta llegar al hospital, verlo desesperado, diciéndose que lo único que quería era despedirse de su bebe.
Solo algo pudo darme fuerzas allí, y eso fue la fe, sabía en que Dios estaba creyendo, El era toda mi esperanza en ese momento... no estaba solo.
Las preguntas al medico, eran como la desesperada y casi lánguida esperanza de un vestigio de que todo saldría bien.
Esa respuesta solo quedaba en manos de Dios, solo él podría ayudarnos.
La operación se realizó con éxito, había que esperar que su cerebro no se inflamara, porque de ser así, todo estaría mal.
Volví a casa dejando todo en manos de Dios, en el hospital ya no podría hacer nada, en casa estaban mis otros hijos a quienes quería dar tranquilidad, y esa noche mientras salía al porch de mi casa, mirando para la casa de el, pegada a la mía, lo imaginaba allí, sano, robusto, atlético, con tantas ganas de vivir.
Le decía a Dios: que lo quería volver a ver sano, jugando al fútbol, le pedía que todo terminara cómo si hubiese sido un golpe jugando al fútbol y nada más.
Esa noche dormí unas horas, lo suficiente para soñar... por dos veces soné... que su cerebro estaba en las manos de Dios, tan claro las vi así, y eso me dio paz... mucha paz.
A los ocho días mi hijo Pablo, estaba en su casa dado de alta, a los veinte días, inexplicablente ya podía conducir y realizar algún trabajo de óptima prolijidad.
Al tiempo estaba completamente recuperado, jugando al fútbol, coordinando todo perfectamente; en su trabajo lo ascendieron de puesto, dándole una tarea de mayor complejidad y la única secuela que le quedó fue la perdida de su oído izquierdo.
Hoy se cumplen dos años de aquel momento y ayer hicimos una reunión familiar, cómo un cumpleaños de que volvió a vivir, dándole gracias a Dios por su respuesta tan increíble y extraordinaria.
Te invito a creer, quien quiera que seas, en el Dios de los milagros, en el Dios de los imposibles, el mismo que llama las cosas que no son... cómo que son.
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