El ayuno que Dios aprueba


¿Es tal el ayuno que yo escogí, que de día aflija el hombre su alma, que incline su cabeza cómo junco, y haga cama de cilicio y de ceniza? ¿Llamarás esto ayuno, y día agradable a Dios? ¿No es más bien el ayuno que yo escogí, desatar las ligaduras de impiedad, soltar las cargas de opresión, y dejar ir libres a los quebrantados, y que rompas todo yugo?
¿No es que partas tu pan con el hambriento, y a los pobres errantes albergues en casa; que cuando veas al desnudo, lo cubras, y no te escondas de tu hermano? Entonces nacerá tu luz cómo el alba, y tu salvación se dejará ver pronto; e irá tu justicia delante de ti, y la gloria de Dios será tu retaguardia.

Entonces invocarás, y te oirá Dios; clamarás, y dirá él: Heme aquí. Si quitares de en medio de ti el yugo, el dedo amenazador, y el hablar vanidad; y si dieres tu pan al hambriento, y saciares al alma afligida, en las tinieblas nacerá tu luz, y tu oscuridad será cómo el mediodía. Isaías 58. 5 al 10

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