Oyó Jesús que le habían expulsado; y hallándole, le dijo:¿Crees tú en el Hijo de Dios? Respondió el y dijo:¿Quién es Señor, para que crea en el? Le dijo Jesús: Pues le has visto, y el que habla contigo, él es. Y el dijo: Creo, Señor, y le adoró. Juan 9:35 al 38
Suena distinto leer el contexto de la palabra que si alguien te insta de pronto, a creer con las siguientes palabras: ¿Crees tú en el Hijo de Dios?
Cuando lees el pasaje bíblico, te encontráis con un Jesús lleno de ternura, que cuando halla al ciego que el había sanado; siendo expulsado de la sinagoga de los judíos religiosos, y le hace esta misma pregunta y además le hace ver nuevamente, ahora en el sentido espiritual, que el es el Hijo de Dios y en quien el debería creer; el hombre sanado, contesta si; y le adoró. Porque fue doblemente sanado, de su ceguera física y de su ceguera espiritual.
Muchas veces, porque tenemos conceptos pre concevidos, que traemos de antiguas tradiciones religiosas, instamos a la gente a creer sin mostrarles a Jesús, y cuando la gente se niega a hacerlo, nos enojamos.
Nos olvidamos que la única autoridad es la Biblia, y nuestro deber es llevar a las personas a leerla para conocer a Cristo; pero las personas primeramente va a leer esa palabra en nuestra propia vida.
Suena distinto leer el contexto de la palabra que si alguien te insta de pronto, a creer con las siguientes palabras: ¿Crees tú en el Hijo de Dios?
Cuando lees el pasaje bíblico, te encontráis con un Jesús lleno de ternura, que cuando halla al ciego que el había sanado; siendo expulsado de la sinagoga de los judíos religiosos, y le hace esta misma pregunta y además le hace ver nuevamente, ahora en el sentido espiritual, que el es el Hijo de Dios y en quien el debería creer; el hombre sanado, contesta si; y le adoró. Porque fue doblemente sanado, de su ceguera física y de su ceguera espiritual.
Muchas veces, porque tenemos conceptos pre concevidos, que traemos de antiguas tradiciones religiosas, instamos a la gente a creer sin mostrarles a Jesús, y cuando la gente se niega a hacerlo, nos enojamos.
Nos olvidamos que la única autoridad es la Biblia, y nuestro deber es llevar a las personas a leerla para conocer a Cristo; pero las personas primeramente va a leer esa palabra en nuestra propia vida.
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