Anhelo por la casa de Dios


¡Cuan amables son tus moradas, o Dios de los ejércitos!
Anhela mi alma y aún ardientemente desea los atrios de mi Dios;
Mi corazón y mi carne cantan al Dios vivo.

Bienaventurado el hombre que tiene en ti sus fuerzas,
En cuyo corazón están tus caminos.
Atravesando el valle de lágrimas lo cambian en fuentes,
Cuando la lluvia llena los estanques.
Irán de poder en poder;
Verán a Dios en Sión.

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