Pues antes de la ley, había pecado en el mundo; pero donde no hay ley, no se inculpa de pecado. Romano 5:13
Siempre tenemos problemas con la ley, debemos pensar que ninguna ley es agradable a primera vista, por eso es ley. Nadie podrá decir:"Me deleito leyendo el código penal" o la ley de transito.
Algo parecido ocurre con la ley de Dios, cuando leemos el antiguo testamento, vemos que esa ley nos condena, cómo nos condenaría la ley de tránsito o cualquier otra ley; siempre estamos transgrediendo de una manera u otra. Pero cuando se trata de Dios, lo primero que hacemos es enojarnos.
Supone que realizan una instalación de luz en toda tu casa, luego te hacen entrega de un manual donde te explican los cuidados que debes tener, y los peligros que pueden ocasionar el mal uso de los artefactos eléctricos, más adelante hay algunas advertencias para con los niños y por último, un detalle de lo mortal que puede ser el solo hecho de tocar apenas un enchufe con los dedos o algún pedacito de cable pelado.
¿Dirás que la luz es mala? o ¿Cumpliendo con todas sus reglas disfrutarás de su confort?
Cuando se trata de Dios, cual niños caprichosos, lo primero que hacemos es decir que El es malo, ni siquiera nos tomamos el tiempo de pensar que Dios nos dio el manual del corazón humano; pero también, cual disyuntor, cómo en el caso de la electricidad, absorbió en sí mismo toda la descarga del pecado.
La gente que pretende vivir sin ley, se cava una fosa para sí misma, sin ley no podemos ni siquiera andar en bicicleta, bien dice la Biblia que seamos maduros en el modo de pensar.
Ignorar, podemos ignorar muchas cosas, pero ello no nos exime de responsabilidad, una persona puede morir electrocutada por desconocer los cuidados que debe tener al manipular algún artefacto eléctrico, o un conductor de un vehículo puede chocar por desconocer las señales de tránsito, pero eso no quiere decir que la ley de tránsito sea mala.
Con respecto a nuestra relación con Dios pasa lo mismo, la gran diferencia es que Jesucristo: Lo suple todo; a donde nosotros no llegamos, llega El; donde nosotros fracasamos, El nos da la victoria y donde sentimos la derrota y el cansancio, El nos fortalece y nos renueva.
El conoce perfectamente esa ley, y está para llevarnos de la mano, enseñarnos y guiarnos, sólo resta que nosotros nos dejemos llevar.
Siempre tenemos problemas con la ley, debemos pensar que ninguna ley es agradable a primera vista, por eso es ley. Nadie podrá decir:"Me deleito leyendo el código penal" o la ley de transito.
Algo parecido ocurre con la ley de Dios, cuando leemos el antiguo testamento, vemos que esa ley nos condena, cómo nos condenaría la ley de tránsito o cualquier otra ley; siempre estamos transgrediendo de una manera u otra. Pero cuando se trata de Dios, lo primero que hacemos es enojarnos.
Supone que realizan una instalación de luz en toda tu casa, luego te hacen entrega de un manual donde te explican los cuidados que debes tener, y los peligros que pueden ocasionar el mal uso de los artefactos eléctricos, más adelante hay algunas advertencias para con los niños y por último, un detalle de lo mortal que puede ser el solo hecho de tocar apenas un enchufe con los dedos o algún pedacito de cable pelado.
¿Dirás que la luz es mala? o ¿Cumpliendo con todas sus reglas disfrutarás de su confort?
Cuando se trata de Dios, cual niños caprichosos, lo primero que hacemos es decir que El es malo, ni siquiera nos tomamos el tiempo de pensar que Dios nos dio el manual del corazón humano; pero también, cual disyuntor, cómo en el caso de la electricidad, absorbió en sí mismo toda la descarga del pecado.
La gente que pretende vivir sin ley, se cava una fosa para sí misma, sin ley no podemos ni siquiera andar en bicicleta, bien dice la Biblia que seamos maduros en el modo de pensar.
Ignorar, podemos ignorar muchas cosas, pero ello no nos exime de responsabilidad, una persona puede morir electrocutada por desconocer los cuidados que debe tener al manipular algún artefacto eléctrico, o un conductor de un vehículo puede chocar por desconocer las señales de tránsito, pero eso no quiere decir que la ley de tránsito sea mala.
Con respecto a nuestra relación con Dios pasa lo mismo, la gran diferencia es que Jesucristo: Lo suple todo; a donde nosotros no llegamos, llega El; donde nosotros fracasamos, El nos da la victoria y donde sentimos la derrota y el cansancio, El nos fortalece y nos renueva.
El conoce perfectamente esa ley, y está para llevarnos de la mano, enseñarnos y guiarnos, sólo resta que nosotros nos dejemos llevar.
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