Ciertamente el bien y la misericordia me seguirán todos los días de mi vida, y en la casa de mi Dios moraré por largos días. Salmo 23:6
Para recibir misericordia es necesario reconocer las miserias humanas, nuestras miserias ante la bondad de Dios.
Difícil es que nosotros podamos tener misericordia frente a alguien superior, generalmente lo usamos cómo una especie de lástima o compasión ante un ser que esta en desgracia.
La verdadera compasión que Dios demanda de nosotros no es lástima, sino más bien que podamos ver a nuestro prójimo de la misma manea en que Dios nos ve a nosotros.
Frente a nuestras miserias y pecados Dios nos ve con amor, compasión; misericordia es su amor hacia seres indignos cómo nosotros quienes no merecemos ese amor. Del mismo modo debemos considerar a otras personas quienes se encuentran en una condición, ya sea física o moral, muy por debajo de nosotros.
En ese contexto se pueden conjugar dos cosas muy importantes: una , que nosotros mismos estemos bien moralmente y ricos en Dios, pero a su vez, que hayamos experimentado esta misericordia de Dios hacia nosotros para que la podamos transmitir a otros.
Jamás podremos experimentar hacia los demás lo que nunca hemos recibido, de manera que podemos sentir lástima, y hasta dar una ayuda con la punta de los dedos a un prójimo que en nuestro interior despreciamos, pero no podremos compadecernos, o sea: acompañar en el dolor, y mucho menos sentir misericordia; que no es lástima sino, es amor.
Comentarios
Publicar un comentario