
Murmuraban los fariseos y los escribas diciendo: Este a los pecadores recibe, y con ellos come. Lucas 25:2
Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido. Lucas 19:10
Es fácil condenar el pecado desde la vereda de enfrente, pero Jesús no se comportó así con nosotros, sino que se involucró y se sentó a nuestro lado cuando estábamos muertos en delitos y pecados. Es fácil aborrecer el pecado cuando se trata de otras personas, y minimizar y en ves de llamar pecado; ponerle el rótulo de debilidad o cosa semejante cuando se trata de nosotros. La Biblia nos exhorta a aborrecer el pecado que habita en nosotros mismos y tener misericordia cuando se trata del prójimo. ¿Que pensamos cuando leemos esas parábolas, cómo la del buen samaritano,? Pensamos que solo hace referencia a las personas pobres o heridas? También se refiere a las personas que están maltratadas por el pecado, sucias y feas, dañadas por los instintos más bajos; pero a quienes Jesús quiere perdonar y restaurar. A quienes Jesús puede amar y sentarse a su lado cómo quien ama y no cómo a quien condena.
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