La culpa


El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿Cómo no nos dará también con él todas las cosas?
Romanos 8: 32

Cómo hijos de Dios, tenemos muchos enemigos que en realidad es uno solo, él mismo de siempre que nos quiere ver fuera de la gracia y el perdón de Dios, sin embargo ese enemigo se presenta de diferentes maneras y hasta utiliza a personas que están dentro de la iglesia para doblegarnos y hacernos sentir separados de Dios.

Para acusar todos hacen fila y hasta los incrédulos y quienes se mofan de Dios, creen tener derecho de acusar a un hijo de Dios; pero el enemigo mayor lo podemos tener dentro de nosotros mismos, cuando nos sentimos culpables, sucios y creemos que así no podemos acudir a Dios.

Muchos de nosotros cuando éramos incrédulos no sentíamos culpa por nada, podíamos hacer cualquier cosa sin tener ningún reproche, cuando llegamos al camino de Dios y le conocimos en forma personal, empezamos a caminar por otro sendero, el de la religión, y entonces nos fuimos al otro extremo, al punto de sentirnos culpables por todo.

Jesús vino a salvarnos, debemos mantener esa confianza, pecamos cómo cualquier ser humano y nos equivocamos y eso no significa que estemos crucificando dos veces al Señor, cómo muchos nos quieren hacer creer, lo crucificamos de nuevo cuando no creemos que su sangre nos limpia, cuando pensamos e inculcamos en los demás que no podemos acudir a él si estamos sucios, es que justamente, El vino a salvar lo que se había perdido, y ellos somos nosotros, quienes estamos dispuestos a permanecer con él hasta en las últimas consecuencias, aún a pesar de nosotros mismos.













Comentarios