
Bienaventurado el hombre que teme a Dios, y en sus mandamientos se deleita en gran manera.
Su descendencia será poderosa en la tierra; la generación de los rectos será bendita.
Bienes y riquezas hay en su casa, y su justicia permanece para siempre.
El hombre de bien tiene misericordia, y presta; gobierna sus asuntos con juicio, por lo cual no resbalará jamás; en memoria eterna será el justo.
No tendrá temor de malas noticias; su corazón esta firme confiado en Dios.
Salmos 112
El temor; según la real academia española significa: Pasión del ánimo, que hace huir o rehusar aquello que se considera dañoso, arriesgado o peligroso.
También significa: Presunción o sospecha, Recelo de un daño futuro.
El mejor temor es el temor de ofender a Dios; pero que ello no se transforme en una atadura, existen grupos religiosos que utilizan ese temor para doblegar las voluntades, no es así, el temor de Dios da libertad, nos enseña a hacer lo recto; pero como en una escuela, superando obstáculos, creciendo y superándonos en la vida, hasta que con el tiempo lleguemos a ser las personas que Dios quiere que seamos.
El temor a que nos pase algo malo, ese deseo de huir, o esa presunción o sospecha de lo malo que nos invade y nos detiene, que no nos permite vivir en paz; es algo malo que debemos desarraigar de nuestras vidas. Confiar en Dios es el mejor remedio, creer en él, esperar en él y aprender de él.
No nos soltemos de la mano de Dios, allí podemos estar seguros, como un nene que tiene temor de que su madre le de un chirlo por algo malo que ha hecho, pero a la vez es el lugar donde se siente más seguro, justamente al lado de su madre. Estar en los brazos de Dios es el mejor lugar para nosotros, el temor del mundo, de lo desconocido o de la misma vida nos aprisiona y no nos deja respirar; pero confiemos, Cristo ha vencido al mundo, él es todo poderoso y nos dará su paz.
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