
Tampoco dudó, por incredulidad de la promesa de Dios, sino que se fortaleció en fe, dando gloria a Dios.
Romanos 4.20 y 21
Plenamente convencido de que era también poderoso para hacer todo lo que había prometido.
El ejemplo de Abraham en el Antiguo Testamento es un claro espejo de un hombre de fe y nos hace ver la gran humanidad de Abraham y el trato de Dios con su vida que fue durante un proceso que duró mientras el vivió.
Tuvo sus momentos de debilidad, sus interrogantes, sus charlas y preguntas a Dios, todas esas cosas que solemos tener nosotros, sin embargo la Biblia dice que Abraham era un hombre de fe y que se fortaleció en fe.
¿Y donde estaba esa fortaleza? justamente en el mismo Dios en el que él había creído, no debía buscar en otra parte, la fe la iba a encontrar en su comunión con Dios, en su búsqueda de él, en sus charlas con él, en plantearle sus dudas y sus conflictos a Dios.
Nunca nos vamos a fortalecer en fe huyendo de Dios, escapando ni pretendiendo ser un sujeto impecable, seamos lo que somos, con sinceridad, buscando encontrar en Dios el caudal en donde descargar todas nuestras falencias y desgracias.
Muchas veces creemos que las cosas son alrevés, que Dios es el caudal y en cierto modo si lo es, y que él es quien quiere descargar todo su caudal de amor y perfección en nosotros, cuando en realidad, somos nosotros los que primero debemos volcar en él todo lo que nos pasa, todos nuestros fracasos y debilidades, aprender a confiar a creer y a caminar con él. Eso también se llama fortalecernos en la fe.
Nunca podrás ser lo que no eres, primero aprende a ser lo que realmente eres, pasamos la mayor parte de nuestra vida cristiana tratando de ser alguien ficticio, imitando a otros, no encontrando nuestra propia identidad, por esa razón muchos cristianos se pasan 20 años de su vida cristiana en lucha, tratando de ser lo que no son y Dios los pone a prueba tratando de sacarlos de esa cáscara que ellos mismos se han inventado.
No amigo, sé lo que eres, es preferible que seas un pequeño hombresillo de fe, que intentar ser el gigante que no eres. La fe no se mide como nosotros creemos que se mide, pensamos que por que gritamos fuerte, oramos con autoridad, nos mostramos ante los demás como los super invencibles, con esas cosas vamos a engañar a Dios o convencerlo de que somos poderosos en fe.
No, a Dios no le agrada eso, a él le agrada que vos seas lo que eres, sencillo, fluctuante, dubitativo, frágil, expuesto, que acudes a él porque no puedes más, que le cuentas tus cosas, le preguntas los porque y los para que, que eres molesto pero le crees, lo esperas y lo sueñas.
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