El hombre y sus pasiones


El hombre, sus pasiones, Dios y la ley es lo que nos rodea en este mundo y mientras estamos vivos y en un cuerpo de carne, Dios lo sabe y por eso ha preparado todo desde el principio de su creación y a la espera de que el hombre sea pecador.
Sabía de antemano que el hombre y la mujer no iban a pasar la prueba de su libre elección, era necesario crear al ser humano en una línea intermedia entre el bien y el mal para que tuviera la opción de inclinarse hacia un lado o hacia el otro, lo que no podría haber, después de su elección, era un retorno, no por lo menos en un principio, sino a través de toda una obra restauradora llevada a cabo a través de toda la historia del ser humano y a través del trato personal de Dios para con el hombre.

Primero vino el pecado y la desobediencia del hombre a la que Dios neutralizó con la ley, no era su propósito la ley, sino una especie de medidas que pondría limites al hombre para que no se desbarrancase en una caída sin fin, y además para marcarle el límite entre el bien y el mal, algo que el hombre había elegido en el Huerto del Edén.

Pero Dios tenía preparado otra cosa para el hombre, no solo una ley que le marcase una y otra vez el mal que estaba grabado en su carne y lo torturase haciéndole ver cuan lejos estaba de su voluntad divina, sino por el contrario, le mostraría un camino mucho más afortunado, el camino del perdón y del amor, del mismo modo en que el hombre aceptase que la ley del Señor es buena y perfecta a cambio de su conducta rebelde y pecadora, Dios también tiene noticias para él, sabiendo que el hombre es carne y que su voluntad esta muy lejos de la de Dios, le otorgó un salvoconducto a través de la fe, no en sus obras, que desde ya no pueden ser nunca buenas, sino a través de Jesucristo, el Dios hombre del cual el ser humano se puede aferrar de todo corazón.

Muchas personas, ignorando el propósito de Dios para con el hombre a través de los siglos, lo que hacen es cambiar su pecado por religión, eso no quiere decir que mueren a sus pasiones, sino que la dejan estacionada mientras llenan sus vidas de una especie de entrega religiosa que las mantienen por un tiempo ocupadas hasta que aflora otra ves el pecado y aquellas pasiones que son tan normales en el hombre y la mujer como la vida misma, pero que el ser humano se esfuerza inutilmente en negar.
Pero al fin, su final es el mismo de todos los mortales, salvarse solo a través de Jesucristo, de su gracia y su perdón, quizá, haberse privado de vivir y disfrutar de algunas cosas que no son del todo malas, solo les haya restado algún que otro pecado.

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